viernes, 10 de abril de 2009


estaba yo en uno de esos días en los que nos planteamos las cosas difíciles de la vida y que para colmo de males,las respuestas no son las que queremos oír,y esas mismas respuestas son ineludibles.y me mandaron este escrito.la autora es liliana Mizrahi

si bien no me calmo el estado de "unodeesosdias"pero me mate de risa y también pensar,en que no es tan grave y como siempre digo "A RELAJARSE Y GOZAR"

espero les guste tanto como a mi por eso quiero compartirlo


No es fácil amar a los hijos

Tengo 47 años y 24 de maternidad.

Como tantas mujeres he sentido que mi destino, más allá del propio deseo, era ser madre. Probablemente se trate del mandato más poderoso que cae sobre nosotras.

Escribo este libro para desentrañar el misterio de una experiencia que ingenuamente creí que era natural, fácil y obligatoria.

Natural es, porque la anatomía ayuda, pero me llevó tiempo darme cuenta que no es obligatorio ser madre, ni es fácil amar a los hijos adultos con la misma candidez con que se ama a los niños.

Escribo este libro desde un cuerpo teórico y desde un cuerpo de mujer con estrías y episotomias


He gestado, parido, amamantado y criado.

Escribo este libro, también, para curarme del escándalo que la maternidad desató en mi corazón cuando mis hijos crecidos y maduros se fueron a hacer su vida y me dejaron a solas con la mía.

El asombro me tuvo desconcertada un tiempo.

La casa ordenada, el silencio, el teléfono que sonaba sólo para mí, la ausencia de zapatillas embarradas, de ropa sucia y de toallas tiradas, los gastos que disminuían sensiblemente, la comida sin tocar en la heladera, la música y el volumen a mi gusto, la liberación (por fin) del fútbol por TV... Comencé a sentirme deprimida.

Mis amigas me felicitaban por la autonomía que yo misma les había enseñado a mis hijos desde chicos, pero nunca imaginé que se la iban a tomar tan en serio.

Hasta ese momento yo había sido Rita Hayworth en la vida de ellos y ahora no figuraba en el casting de sus historias ni como extra. Me sentí súbitamente desempleada, con un oficio que había perfeccionado hasta la excelencia durante años y que ahora nadie necesitaba.

Estaba jubilada de prepo sentido, objetivos y proyectos.

Un rol para el cual me había preparado con esmero, desde que al nacer me pusieron en brazos a la primer muñeca. ¿Qué hacer?, me repetía desconsolada.

Tenía mi profesión, mi placer por la literatura, la música, podía viajar, contaba con amigos, un gato, plantas, una tortuguita, una vida llena de estímulos, pero el rol estaba colgado en el ropero y yo sin saber de qué disfrazarme.

Una noche, sumergida en la bañadera, grité: ¡maldita maternidad!Y mi mamá, desde el cielo, me retó : ¡no digas eso! ¡son buenos chicos! Sin pensar en que eran las tres de la mañana, telefoneé a una amiga y le conté la reaparición de mi mamá y lo mal que me sentía.

Ella me aconsejó: -lo que tenés que hacer es escribir un libro de humor, porque esa es la única manera de hablar de la maternidad-. Y cortó... para siempre.¡Debía escribir! Por lo tanto comencé a garabatear algunos conceptos:

* La maternidad es un rol y una identidad que absorbe la personalidad hasta neutralizarnos y a través del cual también nosotras absorbemos a nuestros hijos/as, en muchos casos hasta neutralizarlos.*

Existe una contradicción básica entre los mandatos y sanciones creadas para mantener a las mujeres impotentes y las atribuciones sobrehumanas que se dan a las madres.

* La maternidad y la paternidad, ¿no deberían ser materias obligatorias en las escuelas primarias y secundarias? ¿no merecería este tema una reflexión en los adolescentes, impulsada por profesores críticos, con información adecuada, que integre la interrogación acerca de su propia condición de hijos? Aunque todo esto fuera cierto -y lo es-, ninguno de estos conceptos me aliviaba, así que continué con mis apuntes.

* ¿Acaso las madres somos consientes de nuestro aporte a las tasas de natalidad, a los relevos generacionales, a las guerras y los malditos ejércitos? ¿nos damos cuenta de que creamos y entregamos materia gris, sangre joven, carne de cañón o de diván, mano de obra, fuerza de trabajo, esperanza, futuro...?* No tenemos capacidad de decisión sobre el porvenir de la población que generamos.

La ley religiosa y civil pretende convencernos de que no podemos elegir.

* ¿Qué nos hacen las leyes? ¿por qué no podemos decidir sobre nuestros cuerpos? ¿por qué el aborto todavía está penalizado? ¿porqué hay tantos padres ausentes?* Las leyes no dan a las madres más que un poder vacío de sustancia.

Es la ley del padre la que se impone en lo social y en lo político. ¿Y si el padre no fuera más que un amo? ¿un amo que no ama? ¿amo a mi amo?

Las preguntas surgían a borbotones.

¡Maldita maternidad!

volví a gritar, creyendo que nadie me escuchaba. Y otra vez mi mamá, desde el cielo, me retó: -¡Basta con esas ideas raras que se te meten en la cabeza, ni en el cielo me dejás descansar!

Le contesté: -¡Mami, descansá en paz! Yo no te llamé, vos te metiste sola.
Y me encerré en el baño.

Es clarísimo que no se puede ambivaler con los hijos, me dije
misma frente al espejo, porque enseguida todo el mundo se asusta y nos morimos de culpa.

¿Qué hacer? ¿por dónde empezar?El espejo me contestó: -Este libro tendrá que nacer de algo tan profundo y cierto como el amor que sentís por tus hijos.

-¡No es tan fácil!, -protesté-.

Porque los hijos crecen o no crecen, pueden gustarnos o no como personas, pueden ser nuestro s amigos o bien no los elegiríamos como tales, podemos convertirlos en nuestros padres o creer que son nuestros hermanos, dejar que nos tengan de hija, o permitirles seguir siendo hijos ad-infinitum.

Pueden convertirse en lo que soñamos para ellos o bien nunca serán lo que hubiéramos querido que fueran.

¡Es un enredo infernal!

El espejo, con infinita paciencia, me explicó: -Es que el amor no es inalterable, es orgánico.

Se transforma con el tiempo.

No es lo mismo amar y ser amada por un bebé recién nacido, por un niño de 4 años, por un púber de 13, un joven de 25 o un adulto de 37.

Comenzó a gustarme este diálogo con el espejo.

Decidí investigar, crear... No me detendría ni ante mi mamá que me gritaba desde el cielo, ni ante la mirada atenta de mi abuelo rabino que es uno de los consejeros de Dios en el paraíso, ni ante todos los venerables coros milenarios que me condenarían al infierno de las malas mujeres, junto con las madrastras, las suegras, las consuegras, las cuñadas y otras brujas.

El espejo me alentó:

¡La maternidad es lo que es!

Al tener hijos, hay partes tuyas que se despliegan para bien y para mal y que de otra forma no conocerías.

Ser madre es el compromiso de ayudar a crecer y cuidar a otro.

No se trata de parir, sino de criar y sostener.

Se me ocurrió consultarle algo que me pesaba desde hace tiempo:

¿Por qué nos hacen creer que somos vacas sagradas y nos tratan como ganado?

El espejo sonrió y cerrando sus ojos me dijo: yo creo que la maternidad está idealizada y envuelta en un halo de misterio y sacralidad, al mismo tiempo que directa o larvadamente se la ataca.

Esa es la mistificación de la maternidad y ahí está larvada (o no) la agresión.

La idealización del rol, hablar de la Madre con mayúscula, es el caballo de Troya donde están encerrados los mandatos y las sanciones, más toda la culpa que mata a las madres.

Y este libro será tu intento de aportar algo a la comprensión de estas vivencias...

Luego de una pausa en que pareció meditar, el espejo agregó:

una cosa es ser la mamá de un hijo en concreto y otra cosa es pensar la maternidad como institución política, atravesada por ideologías e intereses económicos, valores religiosos y culturales

Le contesté que muchas mujeres pensarán que hablar de estas cuestiones no sirve para nada.

El espejo se indignó: ¿cómo que no sirve para nada? ¡Sirve para sufrir menos!
Sirve para darse cuenta de que lo personal es político y entonces salir del aislamiento de lo que tantas mujeres creen privado, dándose cuenta de que muchas cosas que sienten y les pasan son sociales, políticas:

vos no sos la única que no podés alcanzar el ideal de amor incondicional y perfección que se pretende de las madres, no sos la única que se siente cansada, frustrada, ambivalente o confusa.

Pensé en voz alta: ¿será por eso que cada vez que cuestiono la maternidad me dicen que soy una madre frustrada y resentida que no ama a sus hijos? ¿Será por eso que mi mamá me reta y mi amiga me corta el teléfono? ¿Soy una madre sospechosa?El espejo me tranquilizó: a mí me parece que no.
La maternidad es una de las grandes tareas existenciales de las mujeres y solamente ustedes pueden decir, desde adentro, de qué se trata.

¿Y de qué se trata la maternidad, al fin de cuentas?De la maraña emocional más complicada que puede llegar a conocer una mujer.

Un enredo amoroso gratificante-frustrante y reparador.
Somos madres con el sello que traemos como hijas ... y también con lo que somos capaces de hacer con ese sello y esa historia.

Ser madre nos da la oportunidad de reparar la propia infancia en la infancia de los hijos, transformando las malas experiencias.

Requiere coraje, porque el otro siempre es un riesgo.

Y la otra que somos nosotras, también.


Liliana Mizrahi.San Fernando, octubre de 2002.


Lo recaudado con la venta de este libro se destinará a:
* Instituto Penal La Malamadre.
* Guarderías para hijos adultos inmaduros.
* Galpones y depósitos para madres en desuso.
* Refugio para madres políticas.
* Grúa y remolque a domicilio para madres pinchadas y re-tiradas.
* Rotiserías La Matrofagia.
* La Filiocracia Tiránica, escuela para padres.
* Liga de Madres sin familia.
* Playa de Estacionamiento para madres extraviadas en la vía pública.
* Casas de clausura para consuegras.


* Escuela de cocina de Doña Matrona C. de Pandulfo.
* Liga de oración y ayuda para madres que temen a sus hijos.
* Reformatorios para padres ausentes.
* Casino para madres en retiro efectivo.

y hay mas mañana les cuento la otra parte,un adelanto que clase de madre sos?

1 comentario:

Mrs Knitaddict dijo...

Genial!
Me identifique algo con el tema, aunque debo admitir que hago esfuerzo en no autocriticarme tanto ni esperar tanto de los demas tampoco.Tiene muchas ventajas ser madre de hijos adultos, se conversa mas, se acepta mas.
Un abrazo para ti y todas las madres.
Dolly